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La Tristeza

lagrimas

Mujer Llorando. Artista: Mikulás Galanda (1938)

Dr. Indalecio Fernández Torres. Psicoanalista Titular de la SPC, FEPAL e IPA.

La Tristeza es un afecto que surge directamente de un vacío representativo de una falta de lo representado. Esta circunstancia va a producir una vivencia de sufrimiento o satisfacción, que sume a la persona en un ensimismamiento que produce un dolor psíquico, llamado dolor moral o dolor de existir.

La tristeza es un afecto que se muestra con muchas variables y con distintos matices. Es frecuente que sobrevenga como reacción ante una pérdida o un fracaso o por la vivencia de un vacío; como resultado de la incapacidad de acertar con una solución; o a consecuencia de una decepción repetida, al no ser llenado este vacío. Su presencia deja entrever una falta, pero cuando el que está triste encuentra compañía, comprensión u algún motivo para renovar los anhelos, la tristeza se esfuma en determinadas circunstancias.

Puede revestir la tristeza una multiplicidad de formas y matices que muchos son contradictorios en apariencia, de ahí que se haya hablado de las múltiples caras de la tristeza.

De la teoría freudiana se deduce una concepción según la cual la persona se defiende de aquello que le perturba. Para ello pone en marcha mecanismos de defensa inconscientes. En el caso más usual, la neurosis, la defensa (represión) actúa separando la pareja afecto-representación, de manera que la representación se reprime y el afecto se desplaza y asocia a otra representación inocua o al funcionamiento del cuerpo. Los afectos se suprimen por haberse emparejado, mediante un “falso enlace” con representaciones que no les pertenecen.

“Sí la significación está de por medio es porque en la tristeza el afecto está enlazado a un determinado tipo de ideas, constituyéndose en una estructura cognitiva-afectiva. Por eso el llamado “dolor moral” introduce el papel de las ideas”. (Bleichmar H.1976.).

Ante el dolor moral se produce un temor que es la claudicación del sujeto en relación a su deseo. Esta idea de un dolor moral o «dolor de existir» es el efecto traumático de lo que no fue nombrado por un juicio atributivo parental, dejando un vacío representativo sobre el ser viviente o lo que fue nombrado y luego falta. Esa tristeza que embota, aturde e invade al paciente a pesar de tener una causa y sin embargo —antes de que el paciente pueda preguntarse por ella— la respuesta le adviene en forma de esa cascada de pensamientos lúgubres, presentimientos, temores inciertos, sueños angustiosos o una vivencia de vacuidad.

Para Freud, una pérdida vendrá a ser el detonante de ese dolor moral que corroe y destruye por dentro, lo que sería una de las caras ocultas de la tristeza.

La tristeza, como punto de claudicación frente al deseo, no es más que la cara desfalleciente que retrocede frente a lo que la determina y muestra —bajo ese acto de renuncia— una toma de posición pasiva frente a su déficit o conflicto lo que lleva a una reclusión frente a las consecuencias de su deseo. Es decir, el sujeto, refugiándose por momentos en el afecto de la tristeza, se evade de lo que en realidad la produce, retrocede así ante la falta o lo no inscrito.

En realidad, la tristeza esconde, bajo su máscara incierta, la renuncia a saber sobre el inconsciente, esto es, esconder y evitar a la vez,el poder confrontar la causa de su deseo, que no es otra cosa que la falta o como hemos dicho algo que no fue inscrito por la palabra. La tristeza obstaculiza el deseo, ese deseo que en realidad apunta a un vacío, que nos sume en una vivencia de una nada que nos invade.

Es evidente que es a través a de la reflexión que podemos situarnos más allá del sentido que la palabra no llenó. Si la palabra traduce un sentido, sabemos, sin embargo, que no todo puede ser dicho con la palabra, que hay un punto en que lo dicho falla y la palabra queda a la deriva sin poder cernir el significado último. Y esta palabra o dicho inexistente, este “Sin-sentido”, este vacío estructural con que se topa el ser humano en su peregrinar por la existencia, nos enfrenta también con una tristeza que nos llena de perplejidad ante el vacío representativo.